Monday, November 27, 2006

Darren Aronofsky

Después de años de esperar una nueva obra, ya circula -un poquitito- The fountain. No sé cuánto tiempo pasará para que podamos verla, pero mientras se puede disfrutar de la banda sonora impecable de Mansell (E2k).

"What if you could live forever?" es la tagline. Me encantó... ese "what if" tiene una carga bastante provocadora, estructuralmente intensa (como un pecheo futbolístico, casi).

A esperar... a esperar.

Monday, November 20, 2006

#2 de ciudad del asombro

Tomé un taxi que me dejó en la esquina de la facultad, me bajé con sensación de pérdida, como es sumamente habitual le hice agua. Cuando bajé -locutorio de por medio y charla de por medio con el profesor- como veinte minutos después el taxista (que adivinó a dónde iba) me esperaba en la puerta tocándome bocina y llamándome. Yo había dejado mis llaves en el auto. Este tipo de asombro no es clisé.






* Todo este naifismo urbano que me agarró debe de ser la consecuencia de muchos días encerrada.

Sunday, November 19, 2006

Buenos Aires es una ciudad abismal, insondable en sus posibilidades. ¿Cuál es la probabilidad de encontrar en la calle a alguien que sólo viste una vez y que vive en la otra punta de la ciudad y que esté hablando de vos en ese instante?
Esta ciudad asombra, como todas. No es asombro real, es un clisé.

Luciano Superville

Hay que sacarse el sombrero varias veces frente a este Sr. y sus músicos que dieron el mejor show de todo el PersonalFerst(*). Con fuerza, con calidad, con creatividad, pero sobre todo con ganas y disfrute.

Dato informal, sin que lo haya confirmado:
Superville. Ateneo. 20 de diciembre.





(*) Voy a atajarme un poco: New Order estuvo muy bien, pero no deja de ser lo esperable, la espectativa mínima que deben cumplir, y muy bien cumplida. Hay que reconocer también que gran parte del público no los conocía aunque fue por ellos -vicios marketineros.

Wednesday, November 01, 2006

Patagonia Trágica

1921/1922. Santa Cruz. Ese tiempo se mide ahora en una cronología de tandas de fusilamientos. Mi abuela tenía 3 o 4 años y pasó varios días en un pozo cavado por su papá y su tío. Ellos eran huelguistas, esquiladores y extranjeros. Probablemente no fueron anarquistas, imposible saberlo ahora.
Esta noche, revisando las cosas de mi abuelo buscando un libraco de Perón, de 1950, encontré un sobre de fotos (de mi abuela, evidentemente) de Santa Cruz:

Dos hombres apeados a la izquierda de sus caballos, debajo de uno una marca [X] y en la parte inferior de la foto la explicación:

[X] R. Outerelo En gira de propaganda para plantear la hulga (sic) de campo de octubre de 1921 - S. Cruz.

Outerelo era uno de los dirigentes y no sobrevivió.
Yo jamás había visto esa foto. Mi abuela dijo que el de la foto –el segundo hombre- era “El Tío Segundo” (por supuesto que era el segundo hijo varón de la familia). Probablemente esté equivocada, pero seguramente es una de las pocas fuentes que vivieron esas huelgas, aunque su modo de recordarlas es abismalmente diferente.



Escribí estos fragmentos sobre ese tema hace un tiempo:




Ya no importa la imprecisión de ese recuerdo, ese apolitizado, ese infantil recuerdo concentrado en el olor a tierra y en la prohibición de encender luz para no delatarse. Quién sabe ya si fue en la Semana Trágica o en la Patagonia Sangrienta.





Se encerraron en un pozo para evitar ese otro, la fosa común, los cuerpos amontonados; cubrieron un entierro con otro y en esa superstición conjuraron el miedo y el espanto de la espera. Cada ruido resonaba como estruendo de bala. Cada corriente de aire atentaba contra la protección precaria. Cada respiración terrosa los amenazaba de una tos delatora. Difícil decidir si los salvó la inmensidad del territorio o lo ínfimo del encierro. Fueron dos magnitudes enfrentadas.





Escuchaban el peligro en las balas haciendo eco en la tierra desierta. La imagen que los acosaba era de hombres cavando su propia fosa, su propia tumba caprichosa, injusta. A ella no, claro, sólo tenía tres años, tal vez cuatro; a ella la acosaba la oscuridad de ese pozo, el olor a tierra, el frío. Del resto sólo sabe por relatos posteriores: huelga, miedo, persecución, patrón, fosa, coronel Varela, estancia Piedra Buena. El recuerdo es una mancha oscura, la prohibición de encender la luz, tal vez el hambre y un encierro en ese momento inentendible. El tío Segundo y "mi papá" (así lo conocí siempre, y no tengo la certeza de recordar su nombre) cavaron el pozo y lo cubrieron con ramas después de tapiarse en él. Hasta que todo terminó, hasta que los dueños se quejaron de que se iban quedando sin hombres para el trabajo, que ya era suficiente. Había pasado la semana y ella había pasado los días en una fosa que trataba de exorcizar las otras fosas, las definitivas, las que fueron quedando en esa tierra, las de los cadáveres apilados y anónimos. Fue en la Trágica del ´19 o en la Sangrienta del ´21. Ella lo cuenta sin detalles, sólo con el del fósforo diario, el de la luz efímera que se permitieron cada uno de los días. Pero ¿cómo fue esa humedad, ese olor, ese silencio expectante? Si percibió algo de lo que realmente sucedía, ya ni ella lo sabe. No tiene sentido preguntar, los años, la vida cotidiana, han borrado el detalle. Se vuelve difícil creerle, se investigan las fechas, se pregunta una y otra vez para ver si coinciden las versiones. No dice mucho, son sólo tres o cuatros frases que se repiten en diferente orden, nada más. No es mucho. Pero sé que no soporta el frío, ni la nieve, ni la palabra Patagonia. Eso ya es algo.





Fue una huida hacia adentro, hacia la tierra, cavaron un pozo como quien deletrea un encantamiento, tratando de conjurar el castigo, la muerte, la zanja donde se amontonaban los cuerpos desde hacía varios días. Estaban huyendo de la imagen que los acosaba, la de los hombres cavando su propia fosa. Reprodujeron aquello mismo de lo que estaban escapando, fue una especulación a la inversa, se enterraron para no caer en esos otros pozos que iban multiplicándose muy cerca. Estaban atentos, escuchaban el viento que -llevándose las ramas con las que habían sellado el hueco- amenazaba descubrirlos, pero también el eco de las balas de los fusilamientos. Sólo se permitieron unos minutos de luz cada uno de los tres días que permanecieron entumbados, un único fósforo... el temor era inmenso. Dos hombres, una mujer, una nena. Todos valían lo mismo si los descubrían. Ya no importaba quien la huelga y quién no, quien la lucha o el delito, y quién no... Todos juntos en el mismo peligro. Sin embargo la nena no sabe de eso, sólo sabe de los fósforos, de la falta de luz, de la humedad, del olor a tierra. Casi no sabe ni siquiera del miedo, si no es por ese temor a la oscuridad que le hace presentir pesadillas y sentir frío aún en los brazos de la mujer que no la suelta nunca. Lo sabrá después, se lo contarán cuando todo termine, cuando estén lejos. Ella lo sabrá y podrá olvidarlo, olvidará los detalles y tal vez el sentido, pero es probable que no olvide el temor a la oscuridad, ni el frío.






Parece que con ánimo extenso hoy. En cuanto pueda subo la foto.